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Haches

A mí me ha salvado el trato.


Porque no soy especialmente brillante en mi trabajo, ni soy un enamorado de mi profesión.


Sin embargo, me ha ido bien. He tenido, tengo, una carrera profesional interesante, he tocado muchos palos, he vivido en varios sitios, me han asignado fuertes responsabilidades, he dirigido equipos, me he codeado con gente de mucho nivel.


Estoy convencido de que la clave de mi éxito está en el trato. Hacia los demás, hacia mí mismo. Saber ponerme en mi lugar con una sonrisa, saber escuchar al otro sin importar su jerarquía.


A los años de entrar en Renault, en el salón de actos de mi fábrica, el director dio una charla a todos los mandos de la empresa sobre la gestión de los recursos humanos. En ella defendió lo que él definió como la técnica de las 3 haches.


—Humanidad, humildad y sentido del humor.


Fue ése uno de los momentos clave de mi vida, porque entonces añadió:


—El mejor ejemplo de quien lo sabe poner en práctica es Salvador Navarro.


Entonces todo el mundo se giró hacia mí y yo subí al cielo del anfiteatro. Fue una lección de vida. Nunca olvidaré esas palabras, que han sido una guía constante para mí.


Días después, al salir del trabajo, fui a comer con mi padre, que estaba en su ronda diaria de tapeo con los amigos. Al saludarlos, él, achispado y orgulloso de mí, comentó en voz alta.


—Borete, les he contado a mis amigos lo de tus 3 efes, pero con las cervezas no me acuerdo de ninguna.


—Eran haches, papá.


...





(Pintura de Catherine Kehoe)


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