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Amapolas

De pronto te das cuenta de que la vida es dura y te dices ¡no! No es esa la mía, la mía trascurre fluida, está llena de luz y de gente cercana.


Pero un día ves el nubarrón, muy negro, aproximarse. Sabes que te va a caer lo más grande, que no hay escapatoria, pero miras hacia el lado opuesto y observas el paisaje verde, luminoso, donde sabes que la temperatura es perfecta.


Es complejo el ejercicio de confirmarse a uno mismo que esos paisajes de ensueño existen cuando estás en mitad de la tormenta, sin escapatoria aparente; en esos territorios en los que no encuentras una escalera para subir y otear a lo lejos nada hermoso.


Cuando la tormenta golpea, cuando graniza en tu cabeza, hay que apretar los dientes y recordar que esos campos floridos siempre estarán ahí. Y sabrás, cuando lo negro haya pasado y estés de nuevo tirado al sol caliente de tus días de plenitud, que las tormentas existen y existirán, y que siempre habrá quien esté atrapado en el ojo del huracán.


Y el día en el que te ahogues, que te ahogarás, servirá de consuelo en tu último aliento saber que hay prados verdes donde gente querida está disfrutando del olor de las amapolas rojas.


...




(Pintura de Víctor Nizovtsev)

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