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Abismo


Cuanto más se tiene, más se teme perder.

De ahí que aquéllos que viven en la opulencia, que tienen pisos aquí y allá, mandos con luces de colores para abrir cualquier mueble-bar y la cuenta corriente a rebosar, vean el precipicio mucho más alto que el resto de los mortales. Porque han llegado a creer que están en posesión de su destino, narcotizados por su propio poder.

Vivir es asumir una porción de miedo. Todos lo sufrimos. A que enferme alguien querido, a un accidente de tráfico, a perder el empleo, a que te detecten algo. En mayor o menor grado, a todos se nos puede encontrar la vulnerabilidad sin buscar muy profundo.

Está ahí precisamente la clave de la estabilidad emocional. Entender que la vida es frágil, que en cualquier momento se nos puede caer el mundo encima. Cuando lo comprendes, el objetivo máximo se convierte en estar bien contigo mismo y con los demás, asumir el regalo de vivir en paz, de no tener cuentas pendientes, de no mantener peleas absurdas, de no haber pospuesto planes que puedas hacer hoy.

A determinadas edades y con cierto estatus social, uno se cree inmortal. Cuando uno se da cuenta, ya avanzada una edad, de que la mayor y única posesión es la vida propia, tiene dos maneras de afrontarlo. De frente o dando la espalda.

Con serenidad o con miedo.

Yo no quiero lamentarme de no haber querido bien.


...



(Pintura de John Dubrow)

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