Hace poco tiempo una persona a la que quiero de corazón, que me conoce desde que yo era un adolescente, me enviaba un mensaje para decirme:
¿Realmente lo que escribes es verdad o es una pose? ¿Estás escribiendo realmente sobre ti o es una licencia literaria para hacerte protagonista de tu propia novela?
Ya quedaron atrás mis armarios emocionales, le respondí.
Los mundos que comparto son los míos, tanto como los recuerdos que permanecen en mi cabeza y reinterpreto al darles forma, las inquietudes que me atenazan al observar la sociedad en la que me ha tocado vivir, las ilusiones que me provoca el género humano, las frustraciones de comprobar la maldad, el desasosiego y la emoción del paso del tiempo; las victorias diarias, el amor a los míos, la solidaridad, mi pasión por la literatura, la belleza de las cosas, los sitios que visito, mis ansias de vivir. No construyo ningún personaje artificial para venderme como un producto de mercadotecnia.
Todo lo que transmito es todo lo que siento.
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(Pintura de Milus Hyman)
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