Cualquier situación de éxito que imaginemos tendrá mil nombres propios de triunfadores que han conseguido alcanzar esa meta.
No hablo de premios Nobel, sino de hazañas domésticas, logros profesionales, victorias del día a día.
Hay mucha gente que observa esos triunfos, desde su atalaya, con la impotencia de pensar que sus vidas son más mediocres a cada conquista ajena, porque se produce la falsa sensación de que todos los demás se juntan en una sola persona, el vencedor de todas las batallas.
Uno se escapa dos días de vacaciones a una playa en Canarias y la ve llena de turistas y se dice 'cómo disfruta la gente, cuando yo estaría rompiéndome los cuernos en el trabajo'; uno va a celebrar un aniversario a un restaurante de lujo y no queda una mesa libre y se plantea 'qué poderío económico tiene la gente'; uno se embarca en la compra de un coche y tiene que hacer cola en el concesionario, 'con lo carísimo que sale un coche'.
Lo que nos falta por integrar es que el de Canarias, el del restaurante y el del concesionario son fundamentalmente gente como tú, que consigue regalarse premios merecidos muy de vez en cuando.
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(Pintura de Bruce Holwerda)
Un recopilatorio en papel de mis relatos puedes encontrarlo aquí:
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