Trigo limpio
En mi particular proceso de duelo, no pude encontrar mejor tratamiento, sin efectos secundarios, que este ‘Trigo limpio’, una novela transgresora, divertidísima, idónea para leer en esta época del año, al transportarnos a nuestra infancia veraniega de días eternos en la playa.
Juan Manuel Gil nos camela, al poner todas las cartas sobre la mesa para decirle al lector que tiene una gran historia entre sus manos y que no sabe qué hacer con ella. O sí. Nos hace confidentes de su proyecto, nos explica sus métodos, se fustiga con sus errores, en un juego metaliterario con el que nos regala, de paso, su cercanía, para así adentrarnos en un relato acerca de un suceso de su adolescencia en Almería, fruto de su travesura y de las ganas de hacerse notar.
Plagada de diálogos ingeniosos y de aparente estructura caótica, clave de su consistencia, el autor tira de recuerdos para buscar a los mismos protagonistas a los que persigue en el tiempo actual. Lo que fueron y lo que son. Lo que él creyó vivir y lo que le dicen que vivió.
Ese equilibrio inestable entre sus ganas de componer una obra redonda y el estudio íntimo que supone verse con los ojos de los demás, donde se confunde al autor con el narrador, hacen de esta novela un bocado perfecto para lectores que buscan sabores y texturas diferentes, en ese espacio mágico que consigue la buena literatura, cuando se viaja por esa línea difusa, tan placentera, entre la ficción y la realidad.