
Zaragoza – Nunca sabrás quién fui
—Allí anda. ¡Allí anda el gallego! —Dolores se agachó en el asiento.
—No te puede ver, Dolores. Estas ventanas son opacas.
—Síguelo despacio. Mantente a distancia. ¿Hacia dónde va?
—Va renqueando. Está aún con el susto en el cuerpo. Mira para atrás. ¡Tranquila! No es a nosotros. Busca un taxi.
Anduvo en zigzag hasta encontrarlo en San Jerónimo. Rufo lo siguió de cerca.
—El tipo tira por la calle Zaragoza, Dolores.
—¿Eso qué significa? ¡No me sitúo en esta maldita ciudad!
—Va para el hotel de Lola. ¡Llámala!
—Dios mío —se santiguó—. Me da miedo, debe estar furioso.
—¡Llámala!